ya no viene a verme


«¿Sigo siendo bonita?».
 
«Sí».

«¿Más que la luna?».

Y guardé silencio para no mentirle.



*                      *                      *


            Hoy la luna me ha mirado a la vez que yo a ella. En un principio, me ha parecido de lo más normal del mundo. Luego, he comprendido que la luna no tiene ojos. ¿Cómo es que puede mirarme, entonces?


Me asusta su mirada, sus ojos inyectados en sangre y su sonrisa retorcida de dientes amarillos.

He procurado zafarme de ese rostro, no aguantarle la mirada. Pero el morbo y el miedo me han impedido mirar a otro lado.

He podido ver cómo, de los costados de la luna, han salido dedos huesudos que buscaban alcanzarme. Tal vez para acariciar mi rostro. Tal vez para estrangular mi cuello.

He tratado de huir caminando hacia atrás, pero eso me ha hecho tropezar y quedarme a su merced. A la merced de un rostro deforme que no debería estar ahí.

He mirado a los lados y he visto cómo las calles se oscurecían, como si una niebla negra se adueñara de todo.

He tratado de gritar pidiendo ayuda, pero mi voz no salía. Si acaso, un hilo de aire que me impide morir de asfixia.

Luego, un rostro borroso que me resulta familiar; luego, un cómo me transportan sus hombros a un lugar seguro; luego, un mirar alrededor y estar tumbado en el suelo de mi cuarto.

«Llevas todo el día dormido», me dice, ahora. «Te ha traído un vecino. No deberías beber mientras sigas tomando antidepresivos».

Yo, guardo silencio y me asomo a la ventana a mirar a la luna.

Hoy está preciosa. Sin cara. Siendo sólo una piedra gigante flotando en el espacio.
 

 

 *                      *                      *


«¿Sigo siendo tan bonita como la luna?».

«No tengo ni idea. Dejé de verte hace tiempo».

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