fibra y porno

    Estábamos viendo la televisión mientras cenábamos. Un tipo vestido con un traje caro de cojones, nos decía que habían bombardeado un país y que cientoynosecuántas personas habían muerto cruzando el estrecho y que en Estados Unidos estaban disparando a los mexicanos que cruzaban la frontera y que una menor fue violada por cuatro hombres y que un tipo mató a su compañera sentimental y que estamos jodiendo al oso polar a base de bien y que «y ahora, pasamos a las noticias deportivas».

─Puto mundo de mierda ─dije yo.

La cena estaba buena. Era una buena cena. Era buena comida y buen vino. Pero, aquellas cosas, las de la tele, quitaban el apetito a cualquiera.

─A veces pienso que todas las teles del mundo deberían explotarnos en la puta cara ─dije.

─No empieces, ¿quieres? ─dijo mi mujer.

Su tono era cansado. No sé si del día o de escuchar mis protestas, pero se le notaba. Ella estaba cansada.

─Sólo digo ─dije mientras me limpiaba el bigote con una servilleta de papel─ que, estas noticias, no son buenas. Menos mientras cenamos, joder.

─Vale, mejor pondremos otra cosa ─dijo mi mujer, soltando los cubiertos para coger el mando a distancia.

─¡No, coño! ─dije yo, alejando el mando─ No hay que poner nada más. Tenemos que ver esta mierda. ¿Qué coño podemos ver en la tele? Sólo gilipolleces o mierdas.

─Entonces, no entiendo por qué te quejas ─dijo mi mujer, volviendo a coger sus cubiertos.

─Me quejo porque no creo que sea el mejor momento de ver esta mierda ─le dije─. La hora de la puta cena, ¿en serio? ¿Cómo vas a digerir bien los alimentos si sólo ves muertes y violaciones y desgracias?

─Vale ─dijo mi mujer, perdiendo la paciencia─. Apago la puta tele, ¿vale?

─No es eso ─dije yo─. Me refiero a que luego salen bultos, ¡coño! ¿Cómo no va a haber cáncer con esas mierdas en la tele mientras comes?

Mi mujer volvió a soltar los cubiertos y trató de agarrar el mando a distancia, de nuevo.

Yo, volví a apartarlo de su alcance.

─A ver, ¿qué es lo que propones? ─dijo mi mujer.

─¿Qué? ─dije yo─. Ni idea, no sé… que el presidente no mienta, que las personas respeten a otras personas, que los niños no se peguen en los colegios y que todos vivamos mejor, ¿yo qué coño sé?

Mi mujer negó con la cabeza.

─Me refería a la tele ─me dijo─. Me refería a: «a ver, ¿qué propones que pongamos en la televisión mientras cenamos, tío?».

Me encogí de hombros y puse mi mejor cara de «ni puta idea».

Mi mujer sonrió y volvió a centrar la atención en su plato de comida.

─Y de lo otro, ¿qué propones? ─preguntó después de unos segundos de silencio.

─¿Qué es lo otro? ─pregunté.

─Lo de que todos vivamos mejor, que el presidente no mienta… ─dijo mi mujer, con un trozo de comida en la boca.

─Fibra y porno ─dije yo─. Sólo hace falta eso.

Mi mujer entrecerró los ojos y desvió la mirada, pensativa.

─Continúa.

─Pues eso ─dije yo─: desayunar fibra y ver porno antes de dormir. La gente que se amarga, es gente estreñida o reprimida sexual. Si cagas a diario y te masturbas antes de dormir, seguro que mejoras mucho tus condiciones.

Mi mujer asintió lentamente. Yo continué.

─Si todos lo hiciésemos ─dije─, el mundo sería un lugar mejor. Nadie necesitaría joder al prójimo.

Ella volvió a asentir.

─Si, es lo más probable ─me dijo. Después, guardamos silencio unos segundos─. Sin embargo, creo que el orden debería ser el contrario ─concluyó.

─Explícate.

─Pues eso ─dijo ella─. Si, en lugar de tomar fibra para desayunar y masturbarte por la noche, cenas fibra y ves porno o te masturbas o echas un polvo al despertarte, pues el mundo sería un lugar mejor.

Cabeceé.

─No entiendo la diferencia ─dije yo.

─Pues es abismal de cojones ─matizó mi mujer─. Si, a los pocos segundos de despertarte, te corres y, justo después de correrte, vas al baño y plantas un buen pino, no tienes ningún motivo para que el día salga mal. Joder, ¿qué más le puedes pedir a la vida? Todo ello, antes incluso de desayunar.

Levanté mi vaso de vino y brindé con ella.

¿Veis por qué tenía que casarme con esa mujer?

Terminamos de cenar y vimos la primera chorrada que ponían en la tele haciendo hora para meternos en la cama.

Llegado el momento, mi mujer se desvistió para ponerse el camisón antes de dormir.

Yo, me abalancé sobre ella y metí la mano entre sus muslos.

─Ahora, no ─me dijo en un susurro─. Estoy cansada.

Yo comencé a besarle la nuca y a llevar mi mano dentro de sus bragas.

─Venga, hagamos del mundo un lugar mejor ─le insistí.

Ella, me apartó con delicadeza y me besó en la mejilla.

─Ahora, no ─dijo─. Que descanses.

Se metió en la cama y apagó la luz. Yo me quedé en la oscuridad, tumbado bocarriba esperando a que se me pasase el calentón para poder dormir.

En lugar de contar ovejas, empecé a contar los alimentos que conocía ricos en fibra. Yo que sé, por algún sitio tenía que empezar a cambiar el mundo.

Me dormí y, a las pocas horas, sonó el despertador.

Como cada mañana, me dispuse a levantarme. Me enderecé y me senté en la cama para desperezarme. Justo cuando iba dirigirme a la ducha, los brazos de mi mujer me frenaron agarrándome la cintura.

─¿Dónde vas? ─me dijo.

─¿Tú qué crees? ─contesté entre bostezos.

─¿No has visto qué hora es?

Cogí mi teléfono e iluminé la pantalla.

─¡Joder! ¡Son las seis de la mañana! ─protesté─. ¿Por qué pones el despertador tan pronto?

─Para hacer del mundo un lugar mejor ─me contestó.

Y me tumbó y se me subió a horcajadas y comenzó a follarme.

Y, así, comenzó la mejor semana de toda mi vida. Cada día cenábamos un alimento rico en fibra y nos despertábamos media hora antes para echar un buen polvo.

Nada era realmente importante. Nada me preocupaba demasiado.

Cuando mi jefe me gritaba, no podía dejar de imaginármelo tratando de giñar y sin poder echar ni una puta bola de mierda. Cuando alguna vecina era desagradable conmigo, no podía evitar pensar en que sólo necesitaba un par de orgasmos para sentirse mucho mejor.

Ahí estábamos mi mujer y yo, descubriendo la receta de la felicidad: sudor, saliva, flujos vaginales, semen y mierda.

La verdad es que la vida se ve mucho mejor cuando has liberado mierda y tensión de tu organismo antes de que el día haya comenzado.

Así es mi mujer: sólo tiene buenas ideas.

La semana pasó, llegó el domingo y ambos pasamos de madrugar. El sábado nos habíamos acostado borrachos y no nos levantamos con ganas de sexo. Además, como andábamos medio resacosos, cenamos comida basura que nos trajeron a casa y el lunes tampoco me senté en la taza antes del mediodía.

En fin, sólo fue una semana. La mejor puta semana de mi vida. Ya os lo dije en una ocasión: a veces, los perdedores, también ganamos. Aunque sólo sea de vez en cuando.

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