La breve historia de Martín Roca. Capítulo 8.
—Soy alérgico a los gatos —me dijo Martín, rellenando por segunda vez su taza de café. —¿Qué coño tendrá que ver? —le dije yo—. ¿Qué pretendes, que el gato te pida permiso antes de entrar a tu casa? —Soy muy alérgico a los gatos… si uno entrase en mi casa, lo sabría. Estaba tomándome un café —o como quieras llamar a esa mierda que preparan en la oficina—, cuando llegó Martín. Estaba débil, como todos los días últimamente. Daba vueltas al pasillo agitado e impaciente y, de vez en cuando, se asomaba a la sala donde está la cafetera, esperando a que yo me quedase a solas. Cuando sólo quedaba yo en la habitación, se me acercó y me dijo: —¡Son heces! Yo miré al café. —No es gran cosa, Martín, pero tanto como heces … Martín cabeceó. —Lo de mi casa —dijo—, son huellas hechas con heces. —¡Eso es genial! —le dije yo. Él me miró extrañado—. Martín, debes mirar al suelo cuando caminas —continué—, así no pisarás mierdas y no dejarás huellas en tu casa. —Ya he pensado