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Mostrando entradas de agosto, 2019

marcas salinas

            Después de abandonar a Martina, decidí cambiar de vida. Quería rejuvenecer a pesar de mi corta edad. Había sido, la convivencia con aquella mujer, una auténtica escaramuza de desgaste. Ya por aquel entonces, mis conocidos tenían mala imagen de mí. No me invitaban a bodas ni bautizos ni comuniones ni comidas de los domingos ni pijadas por el estilo. Y, cuidado, que eso me parecía de puta madre. Lo que no me gustaban, eran los motivos que los llevaban a dejarme fuera de su lista de invitados. Al parecer, había ganado cierta fama de borracho problemático entre mi círculo de allegados y no confiaban en dejarme asistir a un evento en el que el consumo de alcohol forma parte del ritual estandarizado. Cuadrilla de cabrones… Me apunté a la universidad para restregarle por la cara a esos capullos que De Ruedas podía ser un cabrón respetable . A psicología. Porque sí. Porque mi viejo odiaba a los psicólogos y porque a mí se me da igual de mal tratar con cualqu

en paz descanse

            Siempre me han parecido demasiado majestuosos, los tanatorios, para su verdadero uso. «Velar a un muerto» . ¿Qué cojones se supone que va a hacer el muerto si nadie mira? Me puse un pantalón chino azul y una camisa de rayas. Limpié mis botas lo mejor que supe y me perfumé. Ese cabrón me caía francamente bien. Me puse licor de hierbas en el culo de un vaso, lo bebí de un trago y me serví otro más largo. Mi mujer estaba maquillándose levemente los ojos. ─Ese cabrón me caía francamente bien ─le dije. Ella se dio la vuelta y me abrazó. ─¿Necesitas llorar? ─me preguntó. ─¿Qué? ─contesté yo─. ¡No! ¡Coño, no! Me caía bien pero no es ningún drama ─di un trago─. El tipo se ha ahorcado. No hay mucha tragedia. Fue su decisión. Mi mujer cabeceó y siguió con el rímel. Fernando. Nando , como solíamos llamarle. Él era compañero de trabajo cuando curraba en el turno de noche. No hablábamos mucho, pero salíamos juntos