marcas salinas
Después de abandonar a Martina, decidí cambiar de vida. Quería rejuvenecer a pesar de mi corta edad. Había sido, la convivencia con aquella mujer, una auténtica escaramuza de desgaste. Ya por aquel entonces, mis conocidos tenían mala imagen de mí. No me invitaban a bodas ni bautizos ni comuniones ni comidas de los domingos ni pijadas por el estilo. Y, cuidado, que eso me parecía de puta madre. Lo que no me gustaban, eran los motivos que los llevaban a dejarme fuera de su lista de invitados. Al parecer, había ganado cierta fama de borracho problemático entre mi círculo de allegados y no confiaban en dejarme asistir a un evento en el que el consumo de alcohol forma parte del ritual estandarizado. Cuadrilla de cabrones… Me apunté a la universidad para restregarle por la cara a esos capullos que De Ruedas podía ser un cabrón respetable . A psicología. Porque sí. Porque mi viejo odiaba a los psicólogos y porque a mí se me da igual de mal tratar con cualqu