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Mostrando entradas de agosto, 2020

directos desde la cuarentena parte 1: marzo

               El primer directo que hice durante el confinamiento fue el día veintiuno de marzo de este fatídico dos mil veinte. En él —que, en un principio, iba a ser el único directo—, hablé de mis referentes y mis musas. A modo de introducción, leí un texto que dejo reservado para otra ocasión ya que, como decía, no pretendía hacer más directos, por lo que su contenido no enlazaba con los temas tratados. Después de que los asistentes al primero de los directos me pidiesen que hiciese alguno más, estuve buscando entre mi estantería libros y películas que me habían hecho plantearme en qué momento los seres humanos nos habíamos creído los dueños absolutos de todo lo que está en nuestra mano. Y, sentado sobre unas cajas de fruta vacías, durante mi descanso en una agotadora jornada laboral protagonizada por el COVID-19 —trabajo en los llamados servicios mínimos , por lo que para mí no ha existido la cuarentena como tal—, escribí un texto que me serviría para abrir el directo del día

el mejor amigo del hombre.

    Nunca había sentido más conexión con ningún otro ser vivo que con ese perro.  Ni con su madre, la estirada institutriz; ni con su padre, el galardonado militar. Ni siquiera con Micaela.  Sentado en el suelo, en la ladera de una colina lejana, observaba a su perro corriendo hacia él con un palo en la boca. Esbozó una sonrisa. Ese perro lo entendía realmente. Acarició la cabeza dorada de su querido amigo, se incorporó y volvió a lanzar el palo todo lo lejos que pudo. Aquel perro —un labrador de ocho años—, corrió ágilmente, como un destello de oro, detrás del trozo de madera. Él volvió a sentarse y su sonrisa se desvaneció de nuevo. Tal vez había sido un poco injusto. Micaela era distinta. No, de ninguna manera se podía meter en el mismo saco que al resto de gente. Miró la punta de sus deportivas y pensó en ella. Micaela era pura y limpia e inocente. Ella no tenía que haber pasado por aquello. Eso fue una putada. El labrador volvió corriendo, soltó el palo a los pies del